• El negocio de la vida

    Inspirado en la lucha de María Angélica de Basta de Mutilar.

    El negocio de los árboles es el negocio sobre la vida. El mismo negocio que opera sobre el individuo humano desde el momento en que nace hasta el instante en que muere. Una maquinaria externa controla todos los aspectos del ser vivo. La Brigada de la Muerte ve con sus ojos hambrientos de ($) lucro en donde la Naturaleza quiso poner vida; una vida autopoiética, autoregulada, holística y en relación simbiótica con el medio ambiente. El Capital naturalmente no puede soportar esto y aplica su filosofía abstracta, separada, particular y utilitaria para hacer cálculos que generen ganancias egoístas a expensas del bienestar de todos.

    La Brigada de la Muerte poda, extrae, arranca los pedazos de los seres vivos, mutilándolos lentamente, para hacerlos más débiles frente a los factores externos del ambiente y también ante las condiciones internas propias del organismo. Este proceso, a su vez, los vuelve dependientes de esta mano asesina, porque el ser pierde la habilidad de regularse y susbistir por si mismo. Los seres humanos empezamos a usar las drogas que el sistema nos ofrece para solucionar los problemas que éste mismo causó. Falsos diagnósticos empeoran la situación.

    El individuo continúa a lo largo de toda su corta vida padeciendo las mutilaciones y violencias que La Brigada Calculadora, argumentando hacer un bien, le aplica de manera impune, impía, y con el apoyo ciego de todos sus colaboradores en cada etapa del proceso. Unos pocos intentan no dejarse aplastar, sublevarse y hacer algo al respecto, pero son devorados por el trabajo sistemático de una maquinaria demasiado grande y voraz.

    Finalmente, todos estos seres arrancados de su sustrato natural sucumben, y el verdugo debe proceder a eutanasiarlos. Se planta un individuo nuevo y la vida sigue su ciclo, pero difícilmente éste resiste ante el suelo tan endeble en donde ha nacido y al cual intenta aferrarse con todas sus fuerzas. Tanto los árboles como los humanos recién nacidos necesitan 3 años de nutrición, luz natural y atención constante para lograr un correcto desarrollo y que puedan luego sostenerse por sí mismos. Pero estos seres jóvenes ya no son tan resistentes como sus padres y abuelos: nunca tuvieron la oportunidad.

    Todo individuo nuevo nace ya inserto en este ciclo destructivo, un ciclo que lo excede y que apenas puede llegar a captar. El 95% del presupuesto se destina a la muerte, 5% a la vida, y 0% al cuidado. La última exhalación libera los restos de CO2 a la atmósfera, esperando volver a ser respirado y convertido en oxígeno para otro ser que luchará por considerarse vivo.

  • La contradicción (hegeliana) entre ser ecológico y de izquierda

    Pareciera que a medida que una sociedad avanza en materia económica y política, más aumentan las preocupaciones éticas y la necesidad de acción social de sus ciudadanos. La hiperinformación que recibimos en la actualidad nos deprime, entre otras cosas, porque por primera vez en la historia nos
    sentimos directamente responsables de eventos de los que no tenemos control y que suceden exactamente al otro lado del mundo. En la antigüedad, el pensamiento tribal nos permitía preocuparnos por nosotros y nuestra comunidad; una preocupación que, por otro lado, era mucho más efectiva en tanto se manifestaba en acciones más concretas. El giro del capitalismo industrial al capitalismo «verde» de los últimos tiempos es evidencia de la neurosis existencial del sujeto atomizado posmoderno, cuyas preocupaciones superan con creces las habituales cuestiones cotidianas de la vida comunal, pues el sistema de producción capitalista funciona al separar al productor del consumidor con mediaciones artificiales que complejizan y sofistican el sistema en un ciclo constante de producción, consumo y desecho. La cadena de eslabones que nos distancian de esa primera acción inercial vuelve imposible vislumbrar las consecuencias directas de nuestras acciones, y en consecuencia, el juicio moral se vuelve nublado. En el intersticio, se crea una suerte de ideología que emana de las condiciones materiales de la sociedad en ese momento y que determina consciente o inconscientemente el accionar del individuo.

    En las sociedades globalizadas e hipertecnológicas del siglo XXI la alienación se da de formas muy particulares. Si bien el sujeto es capaz de reconocer esa distancia artificial que media en el capitalismo, aún no puede resolver la contradicción pues se encuentra operando dentro del sistema. Como resultado, tenemos la aparición de tímidos movimientos pseudoemancipatorios, reformistas y que no logran sino apuntar a los enemigos equivocados. Así, las fuerzas sociales se licúan y solo quedan algunos átomos aislados que de tanto en tanto generan algún foco de resistencia, pero que vuelve a apagarse rápidamente. Al final, todo esto termina siendo cooptado de nuevo por la gran maquinaria, que está capacitada para contener dentro de sí incluso a sus propias contradicciones. En los países progresistas, cuyos ciudadanos modernos demandan estilos de vida más amigables con el medio ambiente, se bebe leche de almendras esperando no dañar a las vacas —a quienes paradójicamente aborrecen por causar el calentamiento del globo—, mientras que en los países supeditados a las condiciones impuestas por los líderes del mercado mundial los pastizales se prenden fuego, las abejas mueren por la deforestación, y la comida en general escasea. La moral se corrompe una vez que dejamos de ser los actores principales para pasar a ser los pasivos últimos eslabones de un sistema globalizado que en la base necesita de la explotación y el derrame de
    sangre para mantenerse.

    Sin embargo, la conciencia de las contradicciones de vez en cuando llega a penetrar incluso en las últimas capas de las castas privilegiadas. El individuo queda entonces desarmado y confundido, pero la latencia de su neurosis es tan fuerte que busca apaciguarla como sea. Empiezan a operar diversos factores, como la impotencia por saberse sólo un engranaje más de la gran máquina, la culpa de no poder hacer nada al respecto, y la necesidad infinita de la voluntad de salir a buscar alternativas pero sin perder privilegios. Queda entonces ponerse en marcha y empezar a reclamar a través de las redes sociales —mismas redes que participan en el proceso de devastación ambiental, en tanto el Internet contamina más que toda la industria de transporte junta—, en un derretimiento de la pluralidad de voces en una sola y constante voz para lograr ver algún cambio en el sistema. Eso sí, que el sistema siga estando. Cuanto más privilegios osetentemos, menos responsabilidad y compromiso reales podemos darnos el lujo de cargar. Lo único que el ciudadano promedio necesita para calmar la angustia de la separación una vez que se manifiesta en la conciencia es la mera ilusión de que está haciendo algo para cambiar la situación. Otros grupos (naturalmente los más cercanos a las esferas primeras; es decir, menos separación), no tienen ese privilegio. Para estos estratos sustanciales, ocuparse del medio ambiente no es una idea de la razón especulativa, es una cuestión de vida o muerte. Ellos no necesitan del concepto, pues son pura practicidad. Los estratos
    superiores, por el contrario, necesitan del concepto abstracto y puro, mientras que la práctica podrán tenerla como mediación agregada y opcional. El concepto de ecología es un invento reciente para explicar la ausencia, el profuso desvínculo con la realidad circundante. El hecho de que hayamos
    tenido que crear un concepto para hablar del cuidado del medio ambiente ya indicaba que nos habíamos separado irremediablemente de él. El individuo de hoy siente la falta más que nunca, su ser grita volver un paso atrás en esta monstruosa maquinaria, pero hay tantos intermediarios funcionando que ya no puede vislumbrar el origen, en el que no se precisaba ni ecología, ni
    industria alimentaria, ni orden cívico-político que determine el accionar.

    No existe verdaderamente el ecologismo en movimientos masivos de izquierda, pues ya hay demasiadas mediaciones de distancia con la naturaleza. La ideología plant-based es ideología burguesa. Solo el exceso de acumulación puede dar lugar a la idea de privación de alimento como
    práctica saludable y emancipatoria del pueblo. El individuo moderno ya no debe asegurarse sus propios medios para la subsistencia; la lucha natural es cooptada por el Capital y se resuelve a través de mediaciones artificiales que luego son puestas de nuevo en el mercado de formas «empoderantes» con tal de mantener al nuevo individuo produciendo y consumiendo. No puede
    haber ecología sin una superestructura que sostenga los medios materiales e ideológicos para laaparición, propagación y cristalización de tal filosofía. El hecho de que últimamente esto haya sido cooptado por las empresas “green” no hace más que demostrar esa lógica. El veganismo también sigue una lógica capitalista, en tanto es una mediación antinatural; esto es, es biológicamente
    imposible alcanzar un grado de desarrollo óptimo y una buena calidad de vida siguiendo una filosofía plant-based si no es por y con ayuda del capitalismo, que resuelve la necesidad de sustitución y suplementación artificial de nutrientes para poder ser llevado a la práctica con cierto éxito (y aun así sigue siendo bastante deficiente). Como toda ideología industrial, el estilo de vida “saludable” y “ecológico” (asociado a una alimentación de las clases pudientes) necesita explotar infinidad de recursos para sostenerse, mientras que los estilos de vida tradicionales presentan la ventaja de la conexión con el medioambiente (al que naturalmente cuidan, pues se reconocen parte de él) y la regeneración constante de la naturaleza, además de la seguridad de cobertura de una nutrición completa sin necesidad de agregados extras.

    No hay evidencias de tribus, mucho menos civilizaciones, que hayan mantenido un estilo de vida vegano por elección moral. Existen casos de carnivorismo (los Masaai, los Eskimos), pero ni uno solo de sustentación puramente vegetal si no es por falta de recursos disponibles, pues reconocen la carne, las vísceras, la sangre y los huesos brindados por el animal como fuentes altamente valiosas de nutrición y posibilitadoras de la continuidad de la vida. Muchos grupos indígenas son espirituales (literalmente, animistas), viven rodeados de la naturaleza más virgen, y aún así no sienten ningún remordimiento por matar animales para alimentación o vestimenta, pues son los responsables directos de la acción de matanza y sacrificio animal, y sus acciones tienen, por supuesto, una razón bien fundamentada dentro del orden espiritual al que pertenecen. Cuanto más nos alejamos de esa esencia natural, más perdemos ese contacto espiritual y más reemplazos artificiales necesitamos fabricar, generando así una culpa remanente que actualmente se manifiesta en la insistencia por la creación de un «sistema ecológico» dentro del ya instaurado sistema industrial. El veganismo es así, también, una filosofía transhumana. La pretensión de superar los límites biológicos a través de la fusión con la tecnología —representada en el avance industrial— nos lleva directamente a la deshumanización en tanto desconexión de lo natural, además de esconder las razones de fondo por las que se busca ese cambio. Pues de la superación de nuestros límites biológicos, un dilema poco analizado es que las tecnologías puedan llevar indeseadamente a perder ciertas capacidades que nos proporciona nuestra constitución básica biológica y que nos constituyen como seres humanos en primera instancia. Es decir, la alteración de la humanidad por intervenciones técnicas no solo abre la posibilidad de ganar capacidades o habilidades, sino que termina de zanjar la separación con lo que nos hace humanos —nuestras prácticas tradicionales en un contexto ambiental poco alterado—, y pero aún, a la pérdida de reconocimiento de lo que nos constituye como humanos en primer lugar.

    La ciencia actual peca de omnisciencia como consecuencia del precipitado avance intelectual (el espíritu en términos hegelianos) que la sociedad adquirió por la posibilidad de acumulación y divulgación de la información suscitada en las últimas décadas. El espíritu científico-intelectual de la sociedad en su conjunto también se elevó gracias al acceso libre, inmediato y siempre permanente a esta información. En consecuencia, la presión por cumplir las normativas de seguridad e higiene científicamente chequeadas por las Universidades de élite y ser así un buen «ciudadano global» (i.e,
    uno que se comporta según el régimen actual —en este caso liberal y tecnócrata—) es hoy día más alta que nunca. Lavarse las manos complusivamente, usar protector solar todo el año, comer frutas y
    verduras y nada de proteína animal. Todos estos son, en primera instancia, mecanismos de control; pero además, son mecanismos de superación de la condición natural deliberadamente ubicados para crear, mantener o justificar la separación. Por desgracia, esto conduce a eliminar el escepticismo habitual que solía acompañar a cada nuevo paradigma científico-tecnológico, y a censurar o descalificar a sus esperables críticos y objetores. Aquellos que se niegan a cumplir los mecanismos impuestos pueden ser fácilmente calificados de estúpidos, ignorantes, ridículos o simplemente malvados y egoístas, en tanto estos se presentan como medidas para nuestro propio bien. Ahora que
    la ciencia verdadera nos auxilia, tenemos el imperativo de medir y calcular todo, lo que nos permite por fin separarnos y elevarnos por sobre lo primitivo incivilizado. Nosotros tenemos el conocimiento. Debemos híper-drogar a cada persona desde el momento de su nacimiento hasta el de su muerte para evitar que se revele que en el fondo seguimos siendo tan sólo humanos. Recetaremos cócteles de drogas para el problema más ínfimo que acaezca, para resguardar nuestro honor y nuestro orgullo como «personas de ciencia» que buscan el bien general de la humanidad. Así obtenemos la patologización de condiciones que resultan inexplicables para la medicina moderna debido al desconocimiento de cómo funciona el humano moderno, dado que aún se usa como referente un marco ya inexistente: nadie es ahora saludable por la condición misma del origen alterado. Por lo tanto, se sobrepatologizará y sobrediagnosticará a todos los que no entren en ese
    antiguo paradigma, lo que por supuesto beneficia al sistema industrial que puede encontrar nuevas formas “científicamente comprobadas” de curar a los que no entran en el modelo, y forzar a la humanidad entera a entrar en la era tecnológica de la post-humanidad.

    La filosofía progresista post-humana de este estado actual del capitalismo constituye un ejemplo prístino de este poder que intenta presentarse como universal, ahistórico y predeterminado. Asumir que todos en el futuro seremos cyborgs posthumanos por la misma evolución natural de la especie
    es, al decir de Rousseau, incurrir en el mismo error de quienes al razonar sobre el estado de naturaleza trasladan a éste las ideas adquiridas en la sociedad. Así resulta un modelo de ontología característico de nuestro actual modo de vivir; no universalizable sino, muy por el contrario, sólo aplicable dentro de las condiciones sociales específicas del mundo globalizado e hiper-tecnológico en el que nos situamos. Pero aún existen modelos vivos que intentan no ser devorados por el sistema; que reclaman su humanidad soberana pero sin desligarse nunca de la Naturaleza que da origen y contiene. Tenerlos como modelos nos beneficia a todos: a ellos, en tanto podremos
    ayudarlos a vivir en contacto íntimo con su medio ambiente natural y sus prácticas y costumbres tradicionales, y a nosotros, seres ya degenerados por las múltiples capas de artificialidad, para tener un ejemplo de lo que es un humano en su estado más pleno, pues life in all its fullness is mother
    nature obeyed, o como sostuvo antaño Aristóteles: lo que es natural no lo busquemos en los seres depravados, sino en los que se comportan conforme a la naturaleza. Nuestra actual filosofía hedonista nos impide ver cómo el dolor y el sufrimiento, más que el confort y la seguridad, es lo que nos hace crecer y encontrar un sentido a nuestra vida. El error fue creer que satisfacer todos
    nuestros gustos y deseos nos haría felices, como si la resolución del conflicto y de la lucha por la existencia —que es el motor de la historia— fueran lo que las personas realmente necesitan en el proceso de resolución de su neurosis existencial. En un sistema que nos permite gozar de una libertad política y civil sin precedentes, en el que contamos con la mayor acumulación de
    información científicamente contrastada, en el que los avances tecnológicos están a la orden del día, paradójicamente la humanidad hoy se siente más enferma, deprimida, ansiosa y tóxica que nunca: la tecnología nos aísla, las comunicaciones nos alejan, la comida nos enferma y los medicamentos no
    nos curan. Aquí se revela algo ciertamente preocupante en la médula del sistema. Y por desgracia, esto sólo puede empeorar con el advenimiento de un mundo ultra-liberal, tecno-capitalista e hiperglobalizado, que nos separa cada vez más de nuestra esencia a través de un extenuoso ejercicio
    de alienación y desconexión de y con lo humano.

  • Lecciones de marketing: El protector solar

    Uno de los primeros recuerdos de Internet que tengo es el de abrir mi casilla de mail y encontrar un misterioso video conocido como «Usa protector solar». Decidí abrirlo sin demasiado entusiasmo, esperando hallar no más que una simple explicación científica acerca de los peligros del sol. Pronto mis tiernos e infantiles ojos quedaron pasmados ante lo que aparentemente debía ser solo una recomendación de salud, pero que a cada minuto se convertía en una reflexión más y más profunda acerca del significado de la vida. El impacto emocional, reconozco, fue y sigue siendo enorme. Punto para el marketing.

    El video tiene su fuente en un ensayo de la columnista Maria Schmidt, publicado en 1997 en el Chicago Tribune, cuyo título original es «Advice, like youth, probably just wasted on the young«, [«Consejos, como la juventud, probablemente desperdiciados en los jóvenes»] El ensayo ganó popularidad por su original estructura, en la que ofrecía, por un lado, cuestionables consejos sobre cómo aprovechar la vida y la juventud, y por otro lado, para contrastar, un consejo científico y por lo tanto indubitable: siempre usa protector solar.

    «A long-term benefits of sunscreen have been proved by scientists
    Whereas the rest of my advice has no basis more reliable

    Than my own meandering experience«

    El audio del ensayo, titulado «Everybody’s Free (To Wear Sunscreen)» [«Todo el mundo es libre (para usar protector)»], es la base del histórico video, que en una de sus versiones reúne 16 millones de vistas. Su popularidad es fácilmente explicable si analizamos cómo la autora aprovecha una simple idea del sentido común para apelar a nuestra emocionalidad. Usar protector solar es una forma de cuidarse. Sólo una persona que te quiere puede recomendarte usar protector solar, pues como te quiere, quiere cuidarte. Allí mismo es donde también el gobierno encontrará el foco para iniciar su masiva y larga campaña contra el Sol, nuevo enemigo indisputado de la salud pública, y poder dar rienda suelta a su consecuente campaña de protección pública, es decir, del uso del protector solar.

    El video original con el que me topé, que ya cumple 16 años.

     Pero, ¿de dónde viene semejante reacción defensiva? ¿Realmente está justificada o es una medida exagerada? ¿Hay intereses ocultos de fondo? Intentaremos indagar en esto con un ojo filosófico.

    Una de los primeros argumentos desplegados en esta campaña masiva en favor del uso del protector solar fue que la radiación entraría directamente a la biosfera. ¿Recuerdan el agujero de la capa de ozono, tan preocupante durante los 2000, y que se utilizaba como argumento para protegerse del sol? Bueno, resulta que gracias a la prohibición de una sustancia nociva de los aerosoles, el agujero (que nunca fue algo tan así como un agujero, sino que es un fenómeno natural que ocurre durante ciertos meses al año) finalmente se está cerrando. Descartada entonces esta primera línea argumentativa.

    El siguiente argumento, bastante más convincente en tanto apela directamente al miedo, es el de la relación entre la exposición solar y el cáncer. Si bien es real que hay cierto espectro de la luz ultravioleta potencialmente dañino (la luz UVA), ésta no es sin embargo la radiación principal a la que nos exponemos cuando tomamos sol en verano. Los rayos UVA están presentes todo el año, en todos los lugares a los que llega la luz natural, incluso en los días nublados. Eso significa que si estas leyendo esto de día lo más probable es que algo de estos rayos te estén llegando en este momento.

    La otra radiación preocupante, en tanto es la que provoca quemaduras solares en exposiciones directas y prolongadas, es la de los rayos UVB. Sin embargo, estos rayos representan apenas el 5 % de los rayos UV que llegan a la Tierra. Además, esta es, de un modo u otro, imprescindible para nosotros, ya que es la que estimula la producción de vitamina D, única vitamina que se obtiene exclusivamente del Sol, y que en realidad cumple la función de una hormona una vez en el cuerpo por estar involucrada en múltiples procesos: desde la fijación de calcio en los huesos hasta el correcto desarrollo de los órganos sexuales.

    El mecanismo es biológicamente simple. El Sol funciona directamente con el colesterol. Cuando se expone al sol, la piel convierte el 7-dehidrocolesterol en vitamina D3. Por desgracia, eso significa que si la población consume pocos alimentos con grasas saludables y, aún más, se la obliga a consumir medicamentos para reducir el colesterol, se ve de repente mucho menos protegida ante los posibles daños de la exposición solar, y mucho más propensa a las quemaduras solares. El Sol produce muchos tipos de radiaciones más, la mayoría inocuas para el ser humano. Además, tiene la ventaja de producir luz infrarroja, cuyos efectos terapéuticos están recién empezando a ser estudiados.

    La radiación en general es uno de los principales peligros inminentes para la salud hoy en día, en tanto se encuentran en todos lados. Las ondas de los hornos microondas, los rayos x de los aparatos médicos, la radiación electromagnética de los teléfonos celulares, y prácticamente cualquier cosa que emita luz. Nadie puede asegurar que todas ellas sean inocuas para los humanos. Incluso, se sabe que en algunas fiestas y eventos se utilizan lámparas ultravioleta UVC, mucho más dañinas que la luz solar habitual. Vemos entonces cómo el mecanismo causal empieza a volverse más y más complejo, hasta el punto de ya no poder distinguir qué es un proceso natural en el cuerpo y qué no.

    La radiación electromagnética es un problema, pero la solución no está en aplicarse más químicos.

    De hecho, el protector solar es tan antinatural, que además de estar lleno de químicos dañinos para el ser humano (muchos de ellos en sí mismos cancerígenos), también afecta al ecosistema marino, atrofiando los arrecifes de coral, dañando a la fauna que termina consumiendo los ingredientes que quedan flotando en el agua, y matando a la flora marina que no puede absorber los nutrientes del sol por el efecto de «capa protectora» que se produce en la superficie. En Hawaii, el problema es tan grave que se convirtió en el primer estado de Estados Unidos en verse obligado a regular el uso del protector solar en sus playas.

    El protector solar es, como vemos, un exitosísimo invento del marketing, sostenido a través de una alianza entre el Estado, la ciencia corporativa, y las droguerías que fingen preocuparse por la salud de los consumidores. De este modo, el gobierno se libra de ocuparse de la salud real de las personas y delega así en las empresas que incrementarán sus ganancias al máximo si demuestran que están siguiendo un discurso científico y «protector» de la salud pública. Negocio redondo.

  • ¿Usas corticoides para la piel? Tené cuidado…

    Si tenes Dermatitis Atópica grave voy a adivinar tu historia. Seguramente empezó cuando eras más chico/a, con alguna pequeña lesión que picaba mucho, y el médico para curarte te recetó un corticoide. “Maravilloso”, pensaste, “ahora no voy a tener que preocuparme más por esto”. Pero pronto la dermatitis volvió, y ahora se había extendido un poco más. Nuevamente, entonces, aplicás los corticoides, y nuevamente se cura como por arte de magia. Pero eventualmente el brote vuelve, y ahora es peor: te pica más, está inflamado, rojo e incluso puede que duela. La médica o médico, además, te incita a usar crema humectante, si es de las más caras y “buenas”, mejor. En este punto ya tenés que pasar a los corticoides más fuertes o incluso quizás un inmunosupresor tópico (ej: tacrolimus). Ya no recordas tu vida sin dermatitis. Las cremas funcionan, pero hasta cierto punto. Hay que pensar nuevas opciones… fototerapia, baños cortos y no muy calientes, más y más cremas humectantes. Incluso puede que en este punto el o la médica te haya mencionado la posibilidad de inmunosupresores orales. “¿Inmuno qué?” pensás. “Pero si yo solo tengo dermatitis. ¿En qué momento se volvió tan grave?” En este punto la enfermedad empezó a afectar tu vida diaria, tus relaciones interpersonales, y tu psiquis también. Mientras tanto vos seguís cumpliendo religiosamente con las indicaciones de tu médico, poniéndote todas las cremas, tomando todos los antihistamínicos y deseando algún día curarte. ¿Y ahora?

    Ahora se abren dos caminos. Podes seguir el camino del sistema médico, sumando más y más drogas y tratamientos de dudosa efectividad… o podes tomar el asunto en tus manos y tratar de averiguar qué está pasando realmente adentro tuyo.

    La búsqueda

    En mi afán de resistirme a los tratamientos convencionales, a entregar mi cuerpo al biopoder -como diría Foucoult- de la medicina, decidí empezar a buscar opciones, opiniones, ideas alternativas sobre mi enfermedad. Ya suscrita a docenas de canales de Youtube, blogs y grupos de facebook, ya habiendo leído la mayor cantidad de papers y artículos científicos a los que podía tener acceso, en una de esas casualidades me topé con un video de un gurú de dieta y dermatitis que mencionaba haber sufrido topical steroid withdrawal. ‘Mmm, qué raro’ pensé. Yo estaba usando corticoides tópicos para mi dermatitis hace años, y nunca me habían hablado de efectos secundarios.

    Llena de curiosidad y emoción por esta nueva hipótesis, decidí ponerme a investigar, y pronto encontré la página de ITSAN: https://www.itsan.org/

    No podía creer lo que había encontrado. De repente, todo tenía sentido. Yo no tenía dermatitis atópica. Estaba sufriendo los efectos secundarios del tratamiento para la dermatitis atópica, lo que conforma una enfermedad en sí misma: el síndrome de abstinencia de corticoides (síndrome de piel roja, o simplemente TSW). Ese día recuerdo haber finalmente encontrado paz mental. Pero, liberada del yugo del corticoide, desconocía el calvario que iba a sufrir a partir de ese momento en que daría rienda suelta al desenfreno de mi propio cuerpo que el corticoide durante tantos años había estado ocultando.

    ¿Qué es exactamente el TSW desde un punto de vista médico? 

    Como su nombre lo indica, el TSW significa que estás en proceso de retirada de una droga: en este caso, de los corticoides tópicos. La abstinencia de los corticoides en crema es diferente de la abstinencia de otros medicamentos porque comienza en la piel y luego pasa al resto del cuerpo. El Dr. Kenji Sato (uno de los médicos japoneses pioneros en el estudio de este síndrome) observó porciones de piel bajo el microscopio después del uso intensivo de corticoides y descubrió que esa piel se había atrofiado y ya no podía funcionar correctamente. Y ahí es donde todo comienza a ir mal. Cuando tu piel se rompe, tu sistema inmunológico pierde su primera barrera de defensa (estoy segura que todos hemos escuchado eso). Lo que esto significa es que muchas partículas nuevas y extrañas ahora pueden ingresar a la piel y eventualmente terminar en nuestro torrente sanguíneo, poniendo a nuestros cuerpos en alerta máxima. En respuesta, el cuerpo comienza a liberar sustancias químicas inflamatorias como la histamina para protegernos. Se supone que la inflamación debe disminuir después de que los invasores han sido ‘contenidos’, pero en nuestro caso, la piel está tan rota que el cuerpo no puede estar al día con todos los alérgenos, lo que nos vuelve hipersensibles a todo. La piel implora cerrarse de nuevo, por lo que establece un mecanismo de curación al descamarse y secarse. Esta es una de las razones por las que MW (abstinencia de humectantes) y el NMT (tratamiento sin-agua) funcionan, incluso en el eczema normal.

    La atrofia de la piel puede manifestarse como piel agrietada y seca, pero esto también tiene su contraparte en forma de vasodilatación. Los corticoides funcionan contrayendo los vasos sanguíneos, lo que reduce la cantidad de sangre en la piel. Cuando dejas los corticoides, la reacción inmediata es vasodilatarse nuevamente, lo que provoca supuración (ooze), enrojecimiento y picazón. También hay algunos estudios que indican que el óxido nítrico en la sangre es lo que causa el enrojecimiento y la inflamación, lo que algunas personas han podido reducir con dietas específicas (https://www.sashibot.com/no-food-list)

    La vasodilatación es probablemente uno de los peores síntomas de esta enfermedad. De hecho, es lo que le da al TSW su término médico: Síndrome de Piel Roja. Desafortunadamente, no hay mucho que se pueda hacer para combatirla. El MW, aplicar hielo, ayunar y el ibuprofeno (en casos muy necesarios) parecen reducir un poco la inflamación, pero de todos modos seguirá yendo y viniendo hasta que los vasos sanguíneos sanen y la piel aprenda a funcionar correctamente de nuevo. Si bien el daño a la piel se puede observar fácilmente bajo el microscopio, en mi experiencia no tiene sentido pedir una biopsia porque los médicos igual no pueden identificar la causa. Los corticoides no duran mucho en la piel, pero el daño que causan sí lo hace.

    ¿Cuál es la diferencia entre la dermatitis y el TSW? ¿Acaso existe por sí misma la dermatitis atópica grave?

    Esta es solo una observación personal, pero en lo personal todos los casos que he visto de dermatitis atópica moderada a grave que aparecen después del uso de corticoides son casos NO reconocidos de TSW. Y es que la explicación está en el mismo concepto de dermatitis: como explica el Dr. Marvin Rapaport (referente de esta comunidad) la dermatitis o eczema es una enfermedad característicamente infantil, que se desarrolla como respuesta a un estímulo alérgico ambiental o alimenticio, y que debería resolverse de manera espontánea sin mayores secuelas. En ningún caso, jamás, una enfermedad como la dermatitis va a producir brotes extendidos, que ardan, se inflamen o se vean muy rojos, o que incluso piquen tanto que te quiten el sueño. Si estás experimentando algo así y usaste corticoides tópicos recientemente, podes estar casi seguro/a que estás teniendo una reacción al corticoide y tu cuerpo está pasando por fases de adicción/abstinencia (es decir, el Síndrome de Piel Roja o TSW).

    “¿Y por qué mi médico no me lo dice?” Simplemente porque no lo sabe. Como dice Rapaport, casi todos los dermatólogos actuales (y sobre todos los más jóvenes) han perdido la capacidad de reconocer e identificar el TSW, ya que nunca han visto casos de dermatitis “normal” sino que, dado el tratamiento abusivo y precoz con corticoides ante cualquier problema cutáneo, directamente se enfrentan con casos de dermatitis inducida por corticoides, que ellos llamarán simplemente dermatitis de moderada a grave. Hablarles de esto también resulta inútil, pues recordemos que al ser una enfermedad iatrogénica (o sea, literalmente causada por los médicos), el reconocer la existencia de este síndrome significaría para ellos un problema legal. Tampoco hay investigaciones al respecto, porque los laboratorios no están interesados en financiar este tipo de estudios, pues no existe solución que puedan venderte.

    Entonces, ¿qué podemos hacer para sentirnos mejor? 

    Mi consejo es tratar el TSW igual que una clásica dermatitis de antaño: eliminar TODOS los productos cosméticos comerciales (sí, eso incluye las cremas humectantes), y buscar alternativas naturales para todo. Algunas de las cosas más fáciles y efectivas para hacer son baños con bicarbonato de sodio, vinagre de manzana, sal marina o sales de epson. 

    Por otro lado hay que tratar de cuidar la dieta: ya sea veganismo, paleo, keto o carnivorismo, lo importante es eliminar, de nuevo, todos los productos artificiales (comidas superprocesadas que contengan conservantes, saborizantes y aditivos). Cuidado con las frutas y verduras: son las que más alergias suelen producir. Lo ideal es hacer una dieta de eliminación (Mikhaila Peterson tiene una buena lista, acá). No importa si al final te quedas con sólo dos alimentos seguros, en este momento del proceso hay evitar irritantes. Más adelante a medida que pase la inflamación podemos volver a introducir alimentos de a uno.

    Y sobre todo, tiempo, paciencia y saber que hay toda una comunidad presente, luchando con lo mismo, dispuesta a brindar apoyo y contención. Y, en mi caso personal, la filosofía, como siempre, para mantenerme sana en un mundo que parece caerse a pedazos.

    ¡Gracias por leer!
    También pueden seguir mi instagram para ver más fotos [se recomienda discreción]: ttps://www.instagram.com/tsw.en.argentina/

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